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Blog Abierto - Arte Independiente

El entrenamiento

Cinco años de entrenamiento y apenas tenían diez. Habían sido adiestrados en todo tipo de artes de defensa, ciencias y conocimiento. Cinco años intensos que para ellos no fue para nada como un juego. Las constantes pruebas y retos, ponían al máximo sus destrezas.

Era su graduación y los dejaron libres en un jardín que nunca habían visitado. Era tiempo de relajarse, pero los cuatro se sentían extraños. Lo único que hicieron durante todo ese tiempo fue entrenar, recibir órdenes, ejercitarse sin descanso; y ahora tenían todo el día para hacer lo que quisieran. Por un momento se sintieron perdidos, pero Claudio, el más atrevido de todos, comenzó a jugar en los árboles, subió a los columpios y se deslizó parado en un resbaladero alto que había ahí. Los otros no tardaron mucho en seguirlo; parecía un día más de entrenamiento, pero ahora hacían y se movían a voluntad, sin necesidad de que se los ordenaran.

Patricia estaba extasiada, tenía ganas de reír, pero se lo habían prohibido tanto, que los músculos de la cara no le respondían; esa sensación de euforia era algo nuevo para ella. Se detuvo para disfrutar con más calma y entender qué estaba pasando dentro de sí. Fue a sentarse junto a una pared que tenía dibujada una casa. Por alguna razón, se sentó cerca de la puerta.

Al recargarse sintió que la pared detrás de ella se movió; de inmediato su estado de alerta la colocó en posición de defensa y volteó para todos lados, pero no vio a nadie. La puerta de la casa dibujada era una puerta real, una pequeña puerta como de casa de muñecas que estaba abierta delante de ella.

Con un silbido discreto llamó a sus compañeros y les mostró; y dijo en voz baja:

—¿Qué hacemos?

—Vamos a entrar —sugirió Claudio.

Abrieron la puerta con precaución y se fueron deslizando hacia el cuarto que estaba totalmente oscuro. Cuidándose la espalda uno al otro, se guiaron con las paredes a su alrededor para identificar el lugar en donde estaban. Poco a poco se introdujeron a un túnel, parecía un laberinto, como parte del parque, pero había algo extraño ahí que los mantenía alertas. El túnel los llevó hasta una zona con tubos, piedras y cajas que escalaron con la mayor destreza y luego subieron por una pared en un quinto nivel. Después se movieron por varios corredores más hasta llegar a otra puerta que estaba cerrada. Entonces se detuvieron pensativos y comentaron entre murmullos:

—A lo mejor es parte de un juego.

—O acaso será una prueba más.

—Tal vez es parte de nuestra graduación.

—Bueno —dijo Claudio—, vamos a seguir adelante a ver hasta donde llegamos.

Ciro abrió con un ganchito que sacó de su pantalón y Claudio lo hizo a un lado para inspeccionar: adentro había tres niños de su misma edad que estaban arrinconados en el fondo del cuarto oscuro y pequeño. Se veían asustados.

En cuanto los cautivos percibieron la luz, intentaron incorporarse para pedir ayuda.

—¡Por favor —dijo uno de ellos, tambaleándose—, sáquennos de aquí!, ¡ya tenemos dos días encerrados sin agua ni comida!

—¡sáquennos de aquí! —suplicaron los otros.


Continuará...

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