Grito perpetuo
- Mara Abigail Abrego
- 21 abr 2022
- 2 Min. de lectura
Gritan los nativos,
los avasallados por el escarminio.
Los que creían en la Tierra,
en el cielo, la Luna y las estrellas.
Gritan hoy sus nietos,
aquellos que sobrevivieron,
que vivieron de cerca el sufrimiento
de una cultura masacrada
por el ingenio de la necesidad
de querer abarcarlo más.
Gritan los cuerpos olvidados,
fusilados a orillas del rio,
gritan sus heridas abiertas,
cuya sangre teñían las vertientes
generando un oleaje latente
entre gritos de miles de mentes.
¡Gritan!
¡Griten!
Animen sus almas devastadas,
revaloricen sus ganas
de resurgir entre las malvas.
Porque los cuerpos se mueren,
pero la energía persiste,
se enreda entre las ramas de los árboles,
entre las raíces,
entre las hojas que vuelan,
en las miles de mariposas
que polinizan las flores,
y siguen esparciendo por el mundo
la energía que un día se contuvo.
No dejen de gritar,
no paren de creer,
subsistan, persistan,
no digan basta, jamás.
Siembren la semilla de la memoria,
levanten la voz y cuenten su historia,
muestren sus marcas,
esas viejas cicatrices
que un día emanaron fluidos
infectados de odio y engaño.
Pero no enfoquen sus proyectos
en buscar revancha,
que demasiadas vidas se han llevado el barco,
dirigido por el ángel negro
que se lleva lo etéreo,
pero que va dejando a su paso
aquellos rastros de vida,
de viejos,
de niños,
de animales hambrientos.
Vivan en armonía,
con la fuente que vibra.
Muestren que el salvajismo
no es más que la tiranía
de mentes oxidadas
e inquietadas por la misma cobardía.
Demuestren que piensan,
que no son meros animales,
que no pueden domesticar sus magnitudes
ni ponerles un collar
ni atar sus muñecas.
Que el mundo sepa que nadie puede marcarlos,
que todos descendemos de alguien primario,
que no hay razas existentes en el mundo,
que un nativo,
un negro,
un latino,
un americano,
un europeo,
un asiático,
tienen la misma biología,
los mismos sentimientos,
las mismas añoranzas,
anhelos,
esperanzas.
Que sienten amor,
como también odio,
que sienten dolor,
temor,
y rencor.
Pero todos,
sin alguna excepción,
se construyen con un “otro”.
Eso no se puede obviar,
no debemos olvidar,
que de alguien hemos nacido,
que con alguien nos hemos construido,
con sufrimientos,
alevosía,
barbarie,
y civilización clandestina.
Todos, en algún instante,
hemos querido lo que el otro ha tenido,
Entonces… ¿porqué matarlo?
si lo necesitamos…
¿por qué mejor no imitarlo,
aprender de ello,
conocerlo,
y proyectarlo?
¡Griten!
No se dejen caer en el olvido.
Griten que tienen su inicio
tan válido como el de cualquiera,
que sus sueños tienen certezas,
que se nutren con otras destrezas.
¡Griten!
Pero no desesperen,
la muerte no siempre es un lamento.
Muchas veces sirve de salvación,
tras tanto sufrimiento,
¿pero quién tiene ese poder,
de arrebatarle a un hombre
lo único que se le dio
para poseer con valor?
Solo el destino,
los años,
una bravía enfermedad…
Un sueño del que nunca se despierta,
Una partida silente,
tranquila,
paciente,
con el placer de no sentir dolor,
solo dormirse
dejando los ojos en la pose habitual
del descanso eterno,
sin ningún sabor.
Pero aun así,
no paren,
no se cansen,
no olviden.
¡Griten!
Comments