Eterna sabiduría
- Mara Abigail Abrego
- 12 jul 2023
- 1 Min. de lectura
En el ocaso del camino recorrido, se alza altiva la vejez, cual destino, cabellos plateados, arrugas en el rostro, un cúmulo de historias,
sabiduría en su aliento. El tiempo, cruel maestro implacable, desgasta con sigilo cada paso dado, las fuerzas menguan,
la vitalidad se aleja, pero el espíritu resiste,
incansable y entero. Mirando hacia atrás,
se evoca la juventud, un caleidoscopio de momentos vividos, risas, lágrimas, amores y despedidas, todo un torrente
de experiencias compartidas. En los ojos cansados brilla el recuerdo, pinceladas de una vida
llena de encuentros, amistades eternas, amores pasajeros, un telar de instantes,
tejido en el tiempo. La ancianidad es un tesoro
de la existencia, un libro antiguo lleno de páginas desgastadas, donde se encuentran tesoros ocultos, esperando ser desenterrados
por manos curiosas. En cada arruga se guarda una lección, en cada cabello blanco
un saber profundo, la vejez no es el fin,
sino un nuevo comienzo, una oportunidad para descubrirnos
en el mundo como seres nuevos. La fugacidad de la vida
se hace evidente, como hojas que caen
con el viento inconstante, pero en cada hoja
hay un eco permanente, una huella imborrable
de nuestro paso errante. Entonces, celebremos la vejez,
ese tesoro, honremos a quienes han vivido tanto, porque en sus rostros
arrugados y cansados, se esconde
la esencia misma del encanto. El tiempo nos lleva
con su vuelo apresurado, pero la vejez nos muestra
que lo eterno no es efímero, es el amor, la sabiduría
y los sueños compartidos, lo que trasciende
y nos hace verdaderamente inmortales
Y mortalmente vivos.
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